Dicen que las tres de la mañana es la hora de las brujas, de los demonios. Yo creo que es cierto, pero de las personales. A estas horas muchas veces se está despierto no por ganas sino por la angustia que no deja. Estas horas pueden ser las mejores consejeras, o las peores, todo lo pueden magnificar, o bien, el silencio que aquí reina pueda dar sosiego a las almas atribuladas. A mí me gusta trabajar de noche, me gusta hacerlo sola, aunque estando acompañada he compartido estas horas con personas de muchos tipos, que me han dado pláticas maravillosas y de una enorme riqueza... charlas de amores y desamores, de inquietudes y preguntas filosóficas, de ternura y a veces de llanto. A estas horas han enseñado a hacer tamales, me han dado una lección de piano "en teoría" y me han aclarado los principios del macramé, me han confesado alguno que otro secreto y me han hecho reír mucho. La verdad yo creo que el que alguien te deje compartir estas horas, sus horas de intimidad en medio del silencio de la noche, dice mucho, mucho más que en otras horas. Como me imagino que uno anda en la reserva del día, dejamos ir un poco las falsas apariencias y nos volvemos más reales, más tranquilos y menos pretensiosos. Tal vez serán las horas en que las almas se conectan.
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