Gilliat no creía que el aire estuviera desierto. Él decía: -Puesto que la mar está llena, ¿por qué la atmósfera ha de estar vacía? Seres del color del aire se desvanecerán en la luz y escaparán a nuestra mirada; ¿qué nos prueba que no los haya? La analogía indica que el aire debe tener sus pescados, como el mar los suyos; estos pescados del aire serán diáfanos, en virtud de la previsión creadora que existe para ellos como para nosostros; dejando pasar la luz a través de su cuerpo, y no proyectando sombra alguna ni ofreciendo la más mínima silueta, permanecerán ignorados de nosotros y sin que los podamos palpar.
Gilliat pensaba que si se pudiese pescar en el aire como en un estanque, encontraríase una multitud de seres sorprendentes, y entonces, añadía él en su sueño, tendrían explicación infinidad de cosas.
El ensueño, que es el pensamiento en estado de nebulosa, confina con el sueño, cuya frontera le preocupa. El aire habitado por transparencias vivas, sería el comienzo de lo desconocido, divisándose desde allí el vasto campo de lo posible.
A otros seres, otros hechos. Nada de sobrenaturalismo, sino la continuación oculta de la naturaleza infinita.
Gilliat en este trajín laborioso que constituía su vida, era un notable observador.
Llegaba hasta observar el sueño.
El sueño está en contacto con lo posible; el mundo nocturno es un mundo; la noche, en tanto que es noche, es un universo. El organismo material humano, sobre el que pesa una columna atmosférica de quince leguas de altura, hállase fatigado al llegar la noche, cae en laxitud, se echa y descansa; los ojos de la carne ciérranse; entonces, en aquella cabeza trastornada, menos inerte de lo que se cree, otros ojos se abren: lo Desconocido aparece.
Las cosas sombrías del mundo ignorado, aparécenle más cerca al hombre, ya sea porque exista una efectiva comunicación, ya sea porque las lejanías del abismo tienen el don de agrandarse visionariamente; parece que los seres vivos del espacio acuden a mirarnos, sintiendo la curiosidad de los seres vivos de la tierra; una Creación fantasma sube o desciende a nosostros y nos rodea de un crepúsculo; ante nuestra contemplación espectral, una vida distinta a la nuestra se agrega y se disgrega, compuesta de nosotros mismos y de otra cosa; y el que duerme, convertido en vidente, adivina esas animalidades extrañas, esas vegetaciones extraordinarias, esas livideces terribles o sonrientes, esas larvas, esos disfraces, esos rostros, esas hidras, esas confusiones, esas claridades de luna sin luna, esas obscuras descomposiciones del prodigio, esos crecimientos y esas reducciones en un espesor turbio, esas flotaciones de formas en la tinieblas, todo ese gran misterio que llamamos el Sueño, y que no es otra cosa que la proximidad de una realidad invisible. El sueño es el acuarium de la noche.
Así soñaba Gilliat.
Gilliat pensaba que si se pudiese pescar en el aire como en un estanque, encontraríase una multitud de seres sorprendentes, y entonces, añadía él en su sueño, tendrían explicación infinidad de cosas.
El ensueño, que es el pensamiento en estado de nebulosa, confina con el sueño, cuya frontera le preocupa. El aire habitado por transparencias vivas, sería el comienzo de lo desconocido, divisándose desde allí el vasto campo de lo posible.
A otros seres, otros hechos. Nada de sobrenaturalismo, sino la continuación oculta de la naturaleza infinita.
Gilliat en este trajín laborioso que constituía su vida, era un notable observador.
Llegaba hasta observar el sueño.
El sueño está en contacto con lo posible; el mundo nocturno es un mundo; la noche, en tanto que es noche, es un universo. El organismo material humano, sobre el que pesa una columna atmosférica de quince leguas de altura, hállase fatigado al llegar la noche, cae en laxitud, se echa y descansa; los ojos de la carne ciérranse; entonces, en aquella cabeza trastornada, menos inerte de lo que se cree, otros ojos se abren: lo Desconocido aparece.
Las cosas sombrías del mundo ignorado, aparécenle más cerca al hombre, ya sea porque exista una efectiva comunicación, ya sea porque las lejanías del abismo tienen el don de agrandarse visionariamente; parece que los seres vivos del espacio acuden a mirarnos, sintiendo la curiosidad de los seres vivos de la tierra; una Creación fantasma sube o desciende a nosostros y nos rodea de un crepúsculo; ante nuestra contemplación espectral, una vida distinta a la nuestra se agrega y se disgrega, compuesta de nosotros mismos y de otra cosa; y el que duerme, convertido en vidente, adivina esas animalidades extrañas, esas vegetaciones extraordinarias, esas livideces terribles o sonrientes, esas larvas, esos disfraces, esos rostros, esas hidras, esas confusiones, esas claridades de luna sin luna, esas obscuras descomposiciones del prodigio, esos crecimientos y esas reducciones en un espesor turbio, esas flotaciones de formas en la tinieblas, todo ese gran misterio que llamamos el Sueño, y que no es otra cosa que la proximidad de una realidad invisible. El sueño es el acuarium de la noche.
Así soñaba Gilliat.
Que chido ñoñita!
ResponderEliminarEsta cañon eso de que los sueños sean como la puerta al mundo de lo invisible.
Y ese mundo invisible que sería? el subconsciente? Concuerdo con tu compa el Gilliat de que se explicarían muchas cosas.
Y tu chambis? Traer lo invisible al mundo de nosotros los mortales... Que cañona Pich!
Nunca pense que estos libros siameses te cayeran como anillo al dedo, mira nomás lo que conseguiste con 20 pesos.